Los amigos de la deducción, esos que no nos cansamos de
seguir a Poirot, Holmes, Dupin, Fletcher, Colombo y hasta Laura y Castle (no
todo van a ser obras maestras), sabemos bien que, por encima de lo que más
claro parece ante nuestro ojos, lo más importante es saber aprovechar y
entender los indicios.
En la vida pasa parecido, y frente a lo que cualquiera puede
decir, hacer o transmitir, casi siempre en su propio interés, (lo cual es absolutamente
lícito), casi siempre nos es posible encontrar indicios que refuerzan o menoscaban
su mensaje.
Los indicios, pese a que siempre están ahí, no son fáciles
de ver y menos de entender. También es fácil confundirlos, prestar atención a
los que no tienen importancia, utilizar solo los que refuerzan nuestros
prejuicios y quitar importancia a los que retan nuestra escala de valores o
nuestros puntos de vista.
También los indicios en sí mismos pueden ser manipulados, (de
hecho lo son cada vez más), así que es necesario ser cauto y ser capaz de
buscar “indicios” que corroboren los indicios.
En esta era de la información, donde somos literalmente bombardeados
por millones de mensajes, sólo podemos defendernos de dos formas:
- siendo cada vez más cerrados
e inflexibles o
- aprendiendo, aunque a veces también nos equivoquemos, (o mejor,
gracias a eso), a encontrar y entender los indicios en lugar de fijarnos en las
palabras.
Mi madre siempre nos decía “fíjate en lo que hace, no en lo
que dice”, y eso me ha resultado siempre uno de los mejores indicios a seguir.
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